De amor, odio y otras politiquerías

Foto: Ruth Villela
Pareciera que te odio, pero me fascina vivir contigo...


Sé que como un mal padre te hago promesas que nunca cumpliré, que a veces cuando de poder ando borracho te golpeo una y otra vez donde más te duele. Reconozco que me ausento por muy largos días, tal vez cuando más me necesitas. De sobra está decir que muy pocas veces soy quien necesitas, quien te saca de un problema o mejor aún, quien pudiera evitar que éstos llegaran. Confieso que no muero de impotencia ni me brotan las lágrimas cuando veo que clamas por ayuda y me ves ahí parado, sin hacer nada.

No digas que no pienso en ti, porque lo hago cada 4 o 6 años. Te llamo por teléfono, te mando cartitas a tu casa. Pongo fotos y carteles en la calle y hasta en la tele salgo llamándote por tu nombre, para que veas todo lo que te quiero y que el bien te deseo... no digas esas cosas, que siento feo.

Y es que a veces me haces mucha falta... me haces falta cuando con una sola cruz me puedes llevar al cielo, o tirarme al suelo. Me haces falta el mero día que todos me ven. Te extraño cuando los números no dan y pienso: "tal vez debí haberle prometido más". Pero me gusta que siempre agachas la cabeza y me la perdonas. Me gusta que en tus adentros piensas la mejor manera de vengarte de mí, pero nunca la llevas a cabo porque la verdad, me gusta que me tengas miedo.

Me gusta mi trabajo; porque entre más finjo que lo hago, me alejo más de ti. Alzo la voz, manoteo, y hasta me peleo para que veas que el celo me consume, pero no te sientas tanto, no tengas vanidad; no es por ti sino por mí que hago todo esto. Al fin, de algo tenemos que comer ¿qué no?

Los niños son culpa tuya, y si gritan los callo a fajazos, no me gustan los insolentes. El hambre es canija, pero más canijo soy yo. Nunca te saco a pasear, ni siquiera te doy vacaciones, pero es que hasta para servirse con la cuchara grande se necesita servidumbre.
Foto: Ruth Villela

Somos un matrimonio perfecto: a ti no te gusta la historia y a mí me gusta la administración. A ti no te gusta el civismo y mi me encanta la contabilidad. A ti no te gustan las leyes y a mi me fascina decirte cómo se usan.

Te prefiero así en silencio para decirte cuánto cuestan las  cosas, qué te conviene y de quién te cuides.

Me gusta que te guste cómo te trato, me gusta que te guste que casi te mato...

por Orson Ge
Twitter:  @orsonjpg

La Respuesta: 


"El hombre de hoy"



Foto: Ruth Villela

El horror tiene el secreto de estar disfrazado de cotidianidad. El tirano ya no usa las medallas en el pecho, sino que juega tenis y nada en la piscina con un bronceado perfecto.

El hombre común por su parte, el engranaje indispensable de la vida productiva del mundo de hoy, es feliz o cree serlo. Se levanta inevitable y rutinariamente antes que el sol, toma un baño caliente; toca sus mejillas y las unta con una crema con olor a eucalipto; se rasura con la más alta tecnología y un rastrillo vibrador de tres hojas que es tan similar al triunfo como el agua de colonia con que corona su ritual. Él toma café de alguna isla distante y se dispone a salir al tráfico dejando a los suyos protegidos bajo las cuatro paredes y el techo de el hogar.

El hombre de hoy es el empleado perfecto porque ha renunciado a sus beneficios para dar a la empresa ventajas competitivas. No tiene prestaciones, no genera antigüedad y la empresa no tiene mayor obligación para con él que una patada en el culo al llegar el momento indicado y el momento indicado inevitablemente llegará sin importar el comportamiento del hombre de hoy. Es una cuestión matemática, es un asunto de mercado, llega el momento que se acaba el valor productivo o se reduce y como el viejo esquimal que no puede ya morder el cuero, el hombre de hoy se vuelve un día el hombre de ayer y debe dejar paso a las nuevas generaciones que mal que bien saben hacer lo mismo que él por menos plata.

El hombre de hoy tiene muchísimo de que preocuparse primero están los gastos, las colegiaturas, la hipoteca, la camioneta, el super, las croquetas, el cable, las salidas a cenar y al cine, la graduación, el cumpleaños, el perro, las chelas, el tiempo compartido y el mar de pequeñas cosas que en el fondo no necesita y que lo encadenan a la pasividad.

 El hombre de hoy tiene miedo y ni siquiera eso sabe, para ahogarlo, para no pensarlo, para no saberlo nunca grita desesperado en su butaca de zona B, vitoreando hasta quedar afónico a su equipo favorito. No tiene tiempo para pasiones políticas, lecturas profundas y análisis de fondo. Es muy importante no despertar al hombre que, encadenado en su interior, entiende que es un esclavo del banco y del patrón mientras el gobierno le jode el país y no le da ni una carretera decente. Que las transnacionales le están jodiendo el futuro, envenenando el agua y la tierra que beberán sus hijos, quienes a su vez pagarán hipotecas
infinitas por televisores con 400 canales de programas dedicados a ayudarles a no pensar en la triste realidad.

La verdad no debe llegar a la conciencia del hombre de hoy, debe permanecer oculta y dormida. Sería desastroso que un día un hombre se levante y al ponerse la corbata, llegue a la realización de que es un esclavo, de que el sistema es una mentira y se dedica a exprimir sin piedad personas y recursos. Lo que es peor, que este hombre imagine un mundo mejor, más equitativo y decida tomar la plaza.

Qué tal que se infecta la ciudadanía, qué tal que otros toman la plaza…

Tendríamos que golpearlos, someterlos, acusarlos de nexos con el narco, desaparecerlos en las cañerías del odio y del olvido porque señores el pastel está dividido, ustedes no tienen participación, tienen al chicharito y pueden decidir, cada periodo electoral, quien va a ser el sátrapa en turno. Sigan comprando sus rastrillos, pagando su hipoteca que hay un gobierno establecido para que todo siga igual por siempre, gracias por
cooperar.

A continuación un análisis detallado del esternocleidomastoideo de Ronaldo.

Por Zul de la Cueva 
Twitter @zulanito

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