A dos de tres caídas: Calderón vs el mundo

Muy pocas sensaciones se asemejan a cuando llega el olor a palomitas, se puede escuchar el barullo de la gente, entre los que destacan vendedores de toda índole y  se tiene que soportar la fila que como una serpentina en la taquilla hace único e irrepetible el poder asistir a un espectáculo de lucha libre. 

Recuerdo como si hubiera sido apenas el domingo pasado cuando mi padre me llevaba a la Arena Coliseo en la calle Medrano de Guadalajara y compraba los boletos después de pedir lonches de pierna (al estilo de la Calzada Independencia) en "Chula Vista" para toda la familia. Ya por la tarde regresaríamos para atestiguar el espectáculo de punta a punta; desde las luchas preliminares y los mano a mano de esos gladiadores condenados al anonimato, pasando por aquellos relevos australianos de parejas donde se podría ver de todo: ligeros, pesados, de muy corta estatura, mujeres, quimeras y todo tipo de personajes cada quien en su clasificación buscando un lugar en las estelares.

Ya las últimas dos luchas eran las más esperadas, aquellas en las que salía el anunciador y con potente voz de trompeta hacía sonar por todos los rincones el tradicional "luchaaraaaán a dos de tres caídas, sin límite de tieeempo"... Y aunque pareciera así, el asistente al pancracio mexicano no es completamente ignorante. A un grado mayor o menor, todos saben que aunque el show es montado, y la verdad es que está bastante bien montado. Sin desmentir que en muchas de las ocasiones los golpes terminan siendo parte de una rutina planeada que al calor de los alaridos de la multitud y algún error de cálculo de un colega, terminan en pletóricos despliegues de rudeza, agresividad y odio afirmamos sin temor a equivocarnos que son esos los momentos estelares.

Pero así como muchos otros espectáculos (llámense musicales, artísticos o de cualquier índole) hay que estar ahí, para conocerlos, apreciarlos y disfrutarlos. Pocos aficionados a un deporte o un arte llegan a serlo a través de la televisión o una pantalla de computadora.

Así pues, creo firmemente que nadie sabe mejor qué tan graves están las cosas en las calles de nuestro país como los habitantes de cada ciudad que hoy libran una batalla en contra de la violencia, el temor, y la añoranza de otros días de mayor tranquilidad. Si bien, los frentes más violentos de nuestro territorio están muy marcados en los estados de Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Nuevo León, Michoacán y Veracruz, la preocupación, la inconformidad y sobre todo el terror está presente en cualquier rincón de la República.

Para muestra ya no sólo basta un botón, sino una balacera o un granadazo. En una semana para olvidar vivimos como nación dos lamentables espectáculos que tocaron de manera muy profunda a nuestra sociedad en uno de los aspectos más sagrados y que deberían ser inquebrantables en cualquier sistema social: el libre y genuino esparcimiento.

Uno se pregunta ¿qué harán quince mil personas en el estadio del Santos en un partido de temporada regular? La respuesta de muchos mexicanos sería que allá la afición de la comarca es intensa y dedicada, lo cual no es mentira, pero un habitante de la región respondería diferente, diría que el futbol era el último espectáculo o actividad lúdica donde la gente todavía se sentía segura, y que la violencia constante y aterrante que apresa a la ciudad todavía no les había robado, y aunque la directiva santista se empeñe en afirmar enérgicamente que si bien hay impactos de bala dentro del estadio, todas las detonaciones se hicieron desde afuera y por un motivo extra-futbol, aunque la verdad dudamos que la mitad de esos quince millares de personas regresen en por lo menos seis meses a un estadio deportivo.

Apenas unos días después, alrededor de las cuatro de la tarde en la Av. San Jerónimo, muy cerca de Gonzalitos, donde hasta hace unos días operaba el casino "Royale", miembros representantes del crímen organizado entraron con lujo de violencia a la mencionada casa de apuestas y juegos de azar para derramar litros de gasolina e incendiar nerónicamente el lugar aún con gente en su interior con un saldo de 53 personas muertas hasta hoy, aunque algunas versiones extraoficiales mencionan que son más las víctimas de estos atentados que opacan y hacen ver como fuerza de la costumbre los colgados, ejecutados a balazos y ni se diga los secuestrados y víctimas de asalto o robo que hoy parecen verse como delitos menores o no tan delicados.


Y mientras el país clama por un presente diferente, "los toros deben verse desde la barrera" y seguramente hoy nadie quiere estar en los zapatos de Felipe Calderón, centro de la mayoría de los reclamos y acusaciones de la situación actual del país a consecuencia de su política franca de pelea frontal en contra del crímen organizado, motivo por el cual un gran número de mexicanos le achacan las más de 40 mil muertes que oficialmente se contabilizan como consecuencia de esta lucha de "buenos contra malos".

Es un hecho que muchos mexicanos preferirían que las cosas se hicieran de otro modo, como dicen que se hacía "en otros tiempos" en los cuales sostienen se "negociaba" con estos grupos de criminales para delimitar zonas y actividades y así, los delincuentes no se metían con los ciudadanos si el gobierno los dejaba "operar".

Nuestra pregunta es: ¿se puede pactar con esta gente?

Nosotros sostenemos que no. Cada día conocemos más nombres de cárteles, resistencias y grupos delincuenciales que ven en el ilícito una gallina de huevos de oro que ofrece de la noche a la mañana el modo de pasar de la verguenza y la ignominia al poder ilimitado y al respeto incondicional de los subalternos en estas organizaciones. Estos grupos, no olvidemos, son parásitos de la sociedad; para ser más claros: viven, se alimentan y crecen del dinero que obtienen al perjudicar a otras personas. Dinero fácil, mal habido y en borbotones que proviene de los bolsillos de quien trabaja y todavía busca forjar un patrimonio a largo plazo en base a la honestidad y perseverancia. Es decir, seguramente usted que lee estas líneas.

¿Cuántos Méxicos se necesitarían para entregarles a estos grupos en canje de nuestra tranquilidad? En realidad no habrá tierra que alcance en tanto no se les ponga un alto o por lo menos se les de pelea. ¿Alguien tiene otra idea?

Los sucesos de estos días anteriores demuestran el poder de la simplicidad que vive en las mentes de estas personas que no se tentarán el corazón en seguir matando gente inocente sin importar de dónde venga o a qué se dedique. Ciertamente si el ataque no hubiera sido tan frontal por parte del ejecutivo, la violencia no habría tomado un tono tan agudo en nuestros días, pero, ¿de verdad creen que nunca hubiera pasado? Tarde o temprano los recursos de estas organizaciones no hubieran sido suficientes, y entonces estaríamos demasiado débiles para dar batalla, si no es que ya lo estamos y se avecina una derrota social digna de las lágrimas de los héroes que forjaron nuestra patria.

Piden que renuncie Calderón, y ¿así los zetas cambiarían de oficio? ¿los cárteles venderían elotes afuera de las iglesias? Creemos que necesitamos un reclamo más estructurado, mejor pensado y proyectado a largo plazo para que si no podemos rescatar México en nuestros días, los que vienen detrás de nosotros vean nuestros días sólo como una página gris y amarga en la historia que ya quedó atrás.

Una sociedad se desocupó de sí misma reclama hoy que otros le resuelvan el problema. Una sociedad que se dice honesta pero que gusta de las mordidas y de la piratería. Una sociedad que se dice propositiva y de mente abierta, pero que tiene casi 24 años culpando a los presidentes y autoridades de todo lo que pasa en el país. Un país que se dice conocedor, pero que está volcado en las telenovelas y el futbol como distractores y que logra el vergonzoso promedio de 1 libro leído al año por habitante, que sabe más de los chismes de Ninel Conde que de por lo menos un ámbito de relevancia para el progreso y avance del grueso común. Una sociedad donde la ley que dicta es la del mínimo esfuerzo, la del camino rápido, la de la tranza. 

Hermanos mexicanos, no nos hemos dedicado a formar compatriotas de verdad; se los hemos entregado a la televisión, a la pelota y a aquello que nos quite menos tiempo. Ningún delincuente seduciría a nuestros jóvenes para carne de cañón si a éstos de antemano se les hubiera hablado, instruído, formado, vaya: cuidado. No se vale echarle la culpa de todo a los demás, sólo porque ya mostraron poca competencia para hacer lo que les toca.

Es cierto que a este país le faltan reformas, gravemente y desde hace más de 10 años. También es cierto que el gran rezago educativo que sufrimos no ha podido solventarse por medios ni políticos ni secretariales, porque la mafia sindical está apoderada del sistema procurador de educación y serán ciertas cientos de fallas más en los altos niveles ya sea por la corruptela, compadrazgos, malos manejos y demás, pero también debemos de bajar la vista: no son políticos ni funcionarios quienes engrosan las filas de las más peligrosas bandas de delincuentes sino los jóvenes que salen de nuestras casas, engañados y seducidos por la idea de una vida de poder, lujos y excesos, en franca rebeldía contra el sistema.

Es cierto, las cosas están podridas allá arriba en las cúpulas del poder, y huelen mal. Pero, ¿nos hemos detenido a oler cómo se encuentran aquí abajo? Es hora de reclamarnos a nosotros mismos, exigirnos y sobretodo a serlo: ser como queremos que sea el de enfrente.

Ojalá tuviéramos al enmascarado de plata como en sus fábulas de celuloide para salvar a nuestro México, pero no es así. 

Van dos de tres caídas ¿quién sigue?

3 comentarios:

  1. Creo que no se debe "pactar" con delincuentes, pero sostengo que la estrategia federal de lucha contra el narco es, por lo menos, incompleta. Claro que es necesario perseguir y castigar, pero aún más importante es prevenir. A esta guerra le faltan campañas de concietización, centros de rehabilitación, centros juveniles deportivos y artísticos, actividades gratuitas, empleos para jóvenes (y adultos de más de 45 años). Falta transparencia -y ojo, aquí no quiero decir que sea necesario publicar a los cuatro vientos las acciones que se realizarán, sino rendir cuentas de lo que se ha hecho, cómo y por qué, para generar confianza en las instituciones. Falta un sistema de justicia seguro y confiable, que no detenga gente equis en la calle y le achaque delitos con tal de cubrir cuotas y aparentar que sí se trabaja. Falta legalizar las drogas. Falta trabajar con los gobiernos de Centroamérica y de Estados Unidos en una estrategia conjunta que reduzca los mercados de drogas, armas y personas. Falta aprender que los ciudadanos somos seres humanos con derechos inalienables y que hay que respetarlos, independientemente de que se castigue y enjuicie. Falta que los ciudadanos "de a pie" aprendamos que la seguridad es tarea de todos. Y sobre todo, que nos quede muy claro que AquellXs que estén dispuestXs a ceder sus libertades esenciales a cambio de un poco de seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad. (link acá para una buena discusión sobre este último punto http://www.kevincraig.us/tempsec.htm)

    deserve neither Liberty nor Safety.

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  2. Amigo - la educación que se empieza en casa. Yo tampoco creo que haya pacto posible con las personas que se aprovechan de cualquier otro en la sociedad. Te mando un abrazo y gracias por la reflexión.

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  3. Yo no creo que haya que "pactar" con los delincuentes, aunque siempre he dicho, y sostengo, que la estrategia del gobierno federal contra el narcotráfico está incompleta. Claro que hay que perseguir y castigar, pero es igualmente importante prevenir. A la "guerra" contra el narco le falta una campaña de educación, de concientización; le faltan centros de rehabilitación, centros de actividades vespertinas, talleres gratuitos, centros deportivos, empleos para jóvenes y adultos mayores de 45 años. Falta un diálogo real con la ciudadanía. Falta una estrategia conjunta con los gobiernos centroamericanos y estadounidense para reducir los mercados de drogas, armas y personas. Falta legalizar las drogas. Falta entender que los ciudadanos (migrantes incluidos) somos personas con derechos inalienables, y falta respetarlos y protegerlos. De este lado, falta entender que somos parte del problema y parte de la solución, que la "culpa" no es de Fulanito o Zutanito. Y nos falta entender que Quienes estén dispuestos a ceder sus libertades esenciales a cambio de un poco de seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad (para una buena discusión sobre este último punto, ver http://www.kevincraig.us/tempsec.htm )

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