1, 2, 3 por México... (y por todos mis amigos)

Ya caída la noche, cuando los niños todavía podían estar en la calle en la noche y  sabían lo que era una luciérnaga porque la mayoría de nosotros había visto una, no había una manera más divertida de esperar el tradicional grito de papá para meterse a la casa que jugar a las escondidas. 

La llanta trasera de un auto, la copa de un árbol, la barda del vecino que no tenía puerta en la cochera o el arbusto crecido de un lote baldío eran incomparables escondites para aquellos que ganando la carrera correrían raudos y sonrientes al poste de luz designado como "base" para gritar: "¡un dos tres por mí y todos mis amigos!" forzando al desafortunado niño que había contado lo que el "zapatito blanco, zapatito azul" diera como resultado y va de nuevo la vuelta: había que encontrar a todos en sus escondites.

Hoy parece que nuestro querido México está condenado a ir al poste de luz una y otra vez para contar hasta el número que sus adversarios decidan y perder la partida repetidamente sin final buscando a uno y perdiendo a todos.

Cuesta trabajo verlo así, sobretodo cuando las rimbombantes entrevistas que concedió Felipe Calderón a Javier Alatorre y Joaquín López Dóriga y en ambas muy gallardamente afirmó que no se le puede decir que "no se meta con los delincuentes". Que si bien reconoce el poder que estos grupos anidan bajo sus alas, dice, "el estado tiene más. Así pues, en plan montonero dice que si un comando X (por no poner otra letra) anda por las calles con determinado número de camionetas y armamento, él enviará el doble, claro, pa'que se sepa quien manda en nuestras calles.

La realidad es muy diferente: mientras el gobierno federal está con los ojos tapados contando del uno al cien cada que atrapa a un cabecilla de determinado grupo delincuencial, la realidad es que otros tantos ya realizaron otro operativo que le da al traste a sus logros tan cacareados en los medios (un, dos, tres por susanito que está sentado en la banqueta). 

Si bien es cierto que cada semana nos presentan a un nuevo capo capturado en el poste de luz, "la base" o el hangar de la PGR en el aeropuerto, también a cada semana tenemos un nuevo grupo de personas que entra al redituable negocio del narcotráfico, extorsión, secuestro, robo a particulares o ¿por qué no? todo junto.

Cuando Calderón iniciaba su gestión había 6 cárteles grandes conocidos operando en nuestro territorio, mientras que hasta el mes pasado se conocían ya 16. De manera aún más exponencial se multiplicaron las organizaciones delincuenciales que pasaron de 5 al principio a 62 en agosto de 2011. En esta publicación sostenemos que no se les podía entregar el país a estos grupos dejándolos operar libremente y sin reprimendas, y lo sostenemos. La pregunta hoy es: ¿cuántos cárteles y grupos tendríamos si no se hubiera dado esta lucha contra el crímen organizado?

Así pues, hoy parece que mientras el presidente y su gabinete siguen regresando a "la base" para contar una y otra vez para buscar a los mismos y unos cuantos más, los que nos llevan de corbata es a la sociedad y a la postre se convierte en una amenaza que permea hasta nuestros hogares si no nos cuidamos (ya lo dijimos antes, la verdadera educación se mama en casa). 

Sólo podemos confiar en nosotros mismos. Si la solución no está en la estrategia del gobierno, seamos nosotros la estrategia, sí a largo plazo, pero para rescatar a un México que se hunde en las arenas movedizas de la riqueza efímera fruto del abuso, la violencia, la amenaza, el temor y la inmisericordia.

Procuremos pues, cuidar a los de casa: instruirlos, sensibilizarlos, educarlos, darles verdadero valor e inculcarles el respeto y la empatía para que sean seguramente gente de bien, de trabajo y de esfuerzo; es la única estrategia que a largo plazo nos puede regresar a nuestro país que tanto nos gustaba.

Yo por eso así digo: "1, 2. 3 por México... (y por todos mis amigos).


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