Maduro, el chavismo y Venezuela: se está cayendo el teatro



No existe a nivel internacional un mejor teatro que el montado por el régimen bolivariano en Venezuela.

Pero este teatro no se montó ayer ni el año pasado; llegó de la mano de Hugo Chávez, quien no sólo lo instaló, pintó, techó y adornó, sino que puso función tras función, estreno tras estreno las condiciones para que todavía hoy miramos asombrados el espectáculo que en el país sudamericano se vive actualmente.

Y no se me malentienda, por favor. Por espectáculo no se toma con ligereza o mucho menos de broma lo que se ha sucedido desde hace años en aquel país, en el que sistemáticamente se ha mostrado al pueblo, y pretendido exhibir al mundo un escenario en el que un pueblo feliz, unido y agradecido con el régimen va de la mano de la revolución bolivariana, sino que precisamente esa escenificación ha sido el espectáculo que el chavismo ha ofrecido para vivir, y hacer vivir, una realidad aparte de la realidad.

Desde la pasada elección presidencial, en la que Nicolás Maduro resultó vencedor, ya se avecinaba en el horizonte una nube negra que hacía dudar a cercanos y lejanos si es que Nicolás, el más cercano de Chávez, tendría lo necesario para cargar el pesado paquete de sostener un régimen casi insostenible, que más que la fuerza, fue el talento, el ingenio, la paranoia y la astucia de Hugo Chávez que lo mantuvo funcionando.

Hoy vemos y escuchamos en las grabaciones oficiales a un Maduro que parece la réplica de su antecesor: el mismo timbre, las mismas pausas, las mismas ideas, el mismo delirio, pero no, no es el mismo, una calca, pero no el mismo; si acaso su mejor intérprete.

El oficialismo parece representar uno de sus últimos actos, en una época en que diversos sectores, encabezados por la juventud salen a protestar a la calle, sin miedo de perder porque hay poco que perder.








Maduro podría haber empezado con insulsa simpatía en sus primeras funciones, cuando hablaba con pajarillos y representaba actos de verdadera comedia, que hacían reír a todos menos a sus compatriotas, sin embargo, después del intermedio, la obra se ha teñido de sangre.
La semana anterior fallecieron tres personas como fruto de las protestas en contra del régimen oficial, más de 70 resultaron heridos y hay cerca de un centenar de detenidos; esto no estaba en el guión.

Dirigentes opositores denuncian que sólo el año pasado, se registraron más de 24 mil muertos como resultado de la inseguridad que reina en Venezuela y la única quietud que encuentran sus habitantes se da, como lo dijo el diario El Nacional en una reciente editorial “en la paz de los sepulcros”.

El clímax de esta obra se avecina, y un gobierno que tiene al país partido en dos, que no ha sabido conciliar, sino polarizar, denuncia a los “fascistas” del capitalismo convirtiéndose en un villano totalitario que no permite al pueblo no sólo la libertad de expresión en las calles, sino también ha censurado los medios electrónicos tal como se denunció al no dejar entrar ni salir vía twitter imágenes de lo que sucede cotidianamente en el marco de la protesta, al censurar a los medios internacionales, lesionando a sus reporteros y confiscándoles su material junto con sus herramientas, y ni qué decir del bloqueo a señales internacionales para que el pueblo que se queda en casa no sepa qué es lo que sucede en las calles.

Lo que comenzó como una comedia nos ha llevado con cadencia singular, acto tras acto, a una tragedia, misma que el propio Maduro titula como la “zozobra de un intento de golpe”.

La audiencia está expectante esperando el desenlace de esta historia, que nadie conoce, ni siquiera el que escribe, sin embargo, las condiciones que dictan hoy el día a día en Venezuela sólo nos dejan saber una cosa: se está cayendo el teatro.

Por: Orson Ge
Twitter: @OrsonJPG

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