Nadie es para siempre, ni siquiera Pemex




México podría ser importador neto de recursos energéticos tales como gas natural y petróleo en 2018, afirmó ayer Pedro Joaquín Coldwell, secretario de enerrgía de la actual administración.

Han pasado los años y la soberanía de una empresa "de todos los mexicanos" se ha defendido a capa y espada, sin saber el lapidario destino que se traza con cada piedra de inmovilidad que se arroja en candentes argumentos populistas que no buscan el progreso del país, sino politizar una problemática fácilmente polarizable, a fin de inflamar multitudes y ganar adeptos, en el inacabable negocio de la partidocracia nacional.

Este discurso falso, demagógico e hipócrita debe terminar.

Pemex, la empresa nacional más grande de México ha sido sistematicamente castigada administración tras administración pagando la cuota que nuestra política fiscal no ha sabido recoger. El nuestro es un país que no paga impuestos, evadirlos o evitarlos es tan fácil al grado que hay poblaciones pequeñas en estados del pacífico sur que no recaudan un sólo peso por concepto de impuesto predial.

Una empresa víctima de latrocinios, manejos discrecionales, compadrazgos, falso sindicalismo, administraciones deficientes, y encima un sangrado terrible por parte de cada gestión sexenal, no puede prosperar bajo ningun esquema productivo o administrativo, y lo que es más, no debe ser manejada de la misma manera, porque dígame usted entonces, ¿de qué soberanía estamos hablando?  


El fracaso en el manejo de la paraestatal no es un tema del gobierno actual, ni del anterior, sino un cúmulo de medrosidad e inmovilismo de funcionarios, legisladores y gobernantes que no están dispuestos a asumir la cuota política que las medidas necesarias para intentar rescatar a Pemex representan, siempre en miras del próximo proceso electoral











Hace unos días, el director de Pemex anunció que en el primer semestre de 2013 la empresa tuvo que importar 44% de la gasolina que se consume en México y 37% del gas, y si las reformas no se dan, tengan estos datos en mente, porque los verán in crescendo.

Para los muy preocupados, no hay apuro; Pemex no se va a vender, simplemente porque no se puede. La millonaria cifra que el Estado tendría que pagar al posible comprador por concepto de deuda de pensiones sencillamente no se tiene, según relató ayer Jorge Luis Preciado, coordinador panista en el senado.


Lo que urge, y realmente es tema tanto de reforma como de indagación popular, es la entrada de capital privado en áreas en las que la paraestatal no es competitiva, en especial en energéticos de rica presencia en nuestro territorio y que serán de gran demanda en el futuro, como algunos gases que de seguir deshojando la margarita energética, vamos a terminar importando por necesidad, y sin los recursos técnicos y tecnológicos para hacerlo por nosotros mismos.

Es trascendentalmente importante para México y sus mexicanos quitarse de fachadas de falso patriotismo. El petróleo no es un concepto, ni  un valor colectivo o  sentimiento general; es un negocio. 

Un negocio debe traer réditos para quienes lo integran, ya sean propietarios, inversionistas, trabajadores o compradores, pero también debe de adaptarse a las dinámicas modernas que le exige su mercado. Es decir, el negocio que puede ser Pemex tiene que traer provecho a todos los mexicanos, sí, pero también debe subsistir, cosa que no es posible con una dósis diaria de sangría intensa, como se hizo ayer, se hace hoy y ojalá no se le haga mañana.

Si queremos seguir brincando sobre el petate verde, blanco y rojo haciendo furibundas rabietas de soberanía mal enfocada, adelante;  solo recordemos: nada ni nadie es eterno, ni siquiera Pemex. 

Por: Orson Ge
Twitter: @OrsonJPG

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