La extinción de los intocables

La historia de "Los Intocables" es un clásico predominantemente televisivo que recrea dramáticamente las memorias de Eliot Ness y sus muchachos en sus años de lucha contra de los gangsters liderados por el mítico Al Capone que traficaban alcohol en los años treinta, delito grave en tiempos de Ley Seca en los Estados Unidos. Estos singulares justicieros se caracterizaban por su integridad e incorruptibilidad, características que daban pie a su mote, además de ser eficaces comisarios, detectives y pistoleros, todo en uno.

Es decir, en ese planteamiento, el ser parte de esta selecta comitiva no era cosa fácil, mucho menos sujeta al compadrazgo o la posición económica, sino a meras capacidades personales, al carácter y la entrega en aras de le justicia.

Hasta hace unos meses, el ser "Intocable" en México (hermoso nuestro México donde pocas veces las cosas se entienden como se debe) no significaba ser un paladín de la justicia sino algo completamente distinto: la protección inmaculada que otorgaba pertenecer a la cúpula del poder y el privilegio; la capacidad de con cinismo mover, cambiar y deshacer a placer las costumbres, las estructuras y las tradiciones si esto les resultaba benéfico a sus intereses, aspiraciones o sus negocios. De la ley ni hablar, con poder la ley dice lo que cada uno quiera.

No hay realmente un camino específico para llegar a ser uno de estos seres cuasi-supremos: regularmente se accedía a esta exclusiva esfera a través de una buena posición política o pública, o en el mejor de los casos, brindar beneficios a alguien que se encuentra o aspira a una posición de esa clase Ser "intocable" no significaba necesariamente tener una pila de billetes similar a la de Zhenli Ye-Gon o mucho menos tener una horda de guaruras en conferencia como muchos todavía piensan y acostumbran hoy. Pasearse en "la cheyenne del año" tampoco es ya sinónimo de "intocabilidad"; si bien "El Presidente del Empleo" sostiene una aguerrida y apasionada "Lucha contra el crimen organizado", no podemos asegurar que todo es guerra de medios solamente. Siempre cabe la posibilidad de que algo de lo que vemos en la TV sea parcialmente verdad.

Antes de esto, es decir hace más de unos meses, los políticos eran también sin excepción, parte del selecto grupo de los que sí se ven, pero no se tocan. Y si hacemos más historia, en tiempos del gobierno hegemónico, ni se veían ni se tocaban. Es mérito (¿o error?) de la transición Zedillo-Fox que la figura presidencial y la de sus secuaces se fuera aligerando gradualmente en los últimos diez años a algo parecido a lo de "Alí Babá y sus 40 ladrones" y ahora no sólo los medios les pueden declarar la guerra u oponerse, como el magnífico movimiento de Pedro Ferríz de Con en contra de los plurinominales sino que ya hasta "la prole" se les pone al brinco. De más está mencionar que el crímen organizado, o para ser más específicos, el narco, ha contestado y de fea forma sus agresiones al gobierno, aunque Los Pinos y San Lázaro todavía tienen rincones donde pueden hacerse de la vista gorda.

Aún así, la historia ya cambió, y mucho; lo que antes eran magnicidios como los asesinatos de "Maquío" Clouthier (ex-candidato presidencial), Luis Donaldo Colosio (candidato a la presidencia) en Lomas Taurinas o el de José Francisco Ruiz Massieu (Secretario General del PRI y ex-gobernador del Estado de Guerrero) en la Ciudad de México eran noticiones aislados, cargados por la sorpresa, el hermetismo y vestidos por comunicados oficiales que no convencían a nadie. Hoy la historia la hacen el secuestro de Diego Fernández de Cevallos, del cual aún hoy no sabemos nada por misma resolución de los involucrados, los asesinatos de Rodolfo Torre Cantú (candidato al gobierno de Tamaulipas) y el de Angel Valentín Balam (candidato a una presidencia municipal en Yucatán) dan campanazos que se van haciendo cotidianos y nos dan un mensaje muy claro: los intocables se están acabando.

La sociedad, el ciudadano común, era también antes un "intocable" muy endeble. Más que por un privilegio conseguido u otorgado, porque ni a "la perra amarrada" ni al "señor munícipe" le estorbaban; ya le habían sacado lo que querían y se conformaban con eso, que de por sí no era poco. Hoy son más los que le quieren sacar más de 10 centavos a cada bolsillo con la salvedad de que los atracados siguen siendo los mismos y están en el mismo lugar, dando origen en las ciudades a lo que parecía sólo ocurrir en los sembradíos: la pelea por el territorio; donde si algún ciudadano tiene el infortunio de coincidir al momento de la disputa, pierde su calidad de "intocable". La verdad es que el ciudadano común no importa ni para bien ni para mal, siempre y cuando consuma y vote; fuera de eso puede hacer de su vida un papalote.

La realidad es una: los que antes eran poco más o poco menos que Eliot Ness y sus muchachos hoy difícilmente lo son; hoy no hay intocables. Hasta el presidente tiembla en Los Pinos porque en un accidente "cae" su helicóptero o "se estrella" su avioneta con un edificio en Reforma. Posiblemente sus protegidos estén más seguros que él. A final de cuentas el mensaje está claro: "Todo está bien hasta que toques mis cosas", lo que más nos preocupa es que en esta cultura adquirida por el mexicano del atajo y del gandallismo son cada vez más los que toman un camino más fácil, porque tristemente, es en apariencia más promisorio que los caminos tradicionales que hasta hace algunas décadas no le robaban tanta grandeza a nuestra hermosa patria.

Este no es un texto para exhortar a nadie, creo que estamos hartos de que se nos exhorte, porque al final no queremos hacer nada, este texto tiene un mensaje más sencillo: "Aguas, en una de esas, mañana te toca", posiblemente así prestemos más atención porque la extinción de los intocables está más cerca que nunca.

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Crónicas Condenadas

Quiero que estas sean las primeras palabras de mi blog, y quiero que lo sean porque el comenzar a "bloggear" es una idea que resistí por varios meses, posiblemente no años. La razón: porque me gusta escribir, como a muchos también, pero imagino que esos muchos tienen tanto que hacer, tanto que leer, tanto que pensar, que posiblemente mis ideas y mis palabras puedan ser eterna o temporalmente condenadas.

¿Condenadas a qué? Al plazo, al olvido, a la reflexión, a la crítica o hasta al reclamo. Al final, todas las letras reflejo de mi pensamiento están condenadas...

No hay condena sin juez, sin jurado (a veces), sin caso y sin denuncia. Cada quién será lo que quiera ser; lo importante es que este espacio será precisamente eso; un espacio mediante el cual pretendo liberar mi mente inquieta de comunicar y al mismo tiempo conocer nuestras coincidencias, divergencias, mitos, realidades, enojos y alegrías, por generalizar.

Este desordenado intento de introducción o presentación pretende decirles lo que haré de hoy en adelante. Y sinceramente creo que las primeras entradas estarán condenadas a escasas visitas; sin embargo espero que todos los que lleguen encuentren aquí lo que muchas veces no encontramos en las fútiles conversaciones cotidianas: un poco de reflexión, tranquilidad, despabilo y posiblemente en una de esas te sorprendo... ya juzgarán ustedes.

No pretendo ser un intelectualoide y mucho menos un líder de opinión pero creo que podemos llegar a unificar algunos pensamientos, diversificar otros, conocernos y si en una de esas nos organizamos, podríamos comenzar a movernos en la misma dirección, lo cual no estaría de más en esta sociedad mexicana que parece estar cada día más partida. Podrán sentarme en la silla de los acusados o hacerme parte del jurado; cada quien juega el rol que quiera... me parece un bonito juego.

Voy a plasmar mis pensamientos y mis reflexiones, muy seguramente a modo de denuncia pero espero que ustedes también. Y así le demos rumbo las palabras y las condenemos perpetuamente servir de algo.

Gracias por estar aquí.
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