Siempre la misma gata: Bajo el poder del partidismo

Suena el despertador, se enciende la cafetera, sale el primer chorro de agua y todo esto todavía sin abrir completamente los ojos. Mientras esto pasa en su casa, el metro se llena de gente, el periférico de autos, y la ciudad de palabras. Ante la constante, el choque, el roce y la molestia van tomando su lugar en la rutina y parece que cada vociferante tiene voz de mando, y le va dictando al resto de los paisanos, que en el mejor de los casos ya lo ignoraron, qué hacer y a dónde se pueden ir.

 Decía el "Che" Guevara: "Es mejor morir de pie que vivir arrodillado", y es que a poca gente le gusta que le digan qué hacer, cómo hacerlo y cuándo empezar. Revisando el pasado de nuestro México, parece que en nosotros se manifiesta una gran mayoría de sumisos, que bailan al vals, mambo o cumbia que mejor les toquen.

¿A dónde vamos con esto? Sencillo, estamos por cumplir 500 años, así como lo lee, de que estén tomando decisiones por nosotros. Y ojalá estas decisiones fueran lo que argumentan: "el mejor interés de todos los mexicanos" aunque a la luz de lo que sucedió, pareciera más ser "el mejor interés de éstos mexicanos".

Cúpulas de poder han punteado nuestro cielo y lo pintan del color que quieren, mientras nuestros lindos, puntiagudos y viejos sombreros nos tapan un pedazo de la vista a este manto adornado de estrellas de papel y soles que no brillan.

Tres etapas, tres grupos que definieron el "desarrollo" de nuestra tierra y nuestros compatriotas, que hoy son inelusivamente con nuestra complicidad responsables de la realidad actual:

El virreinato de la Nueva España

Durante 300 años, México vivió bajo la mano de la Corona Española, conocido en ese entonces como "El Virreinato de la Nueva España", virrey tras virrey, todos ellos llegados del "Viejo Mundo" y de la mano de la Iglesia Católica que acumuló no sólo tierras sino labores de la administración pública en ramos como la educación, las resoluciones del destino de nuestras tierras y sus habitantes, se tomaban efectivamente por personas cuyo interés no estaba en hacer prosperar la tierra, sino saquearla salvajemente por el mayor tiempo posible con el fin de llevar estos recursos a otra tierra, donde también se quedaría el beneficio de esto.

Pasado el tiempo apareció la figura de los "jefes políticos superiores" que no fue otra cosa sino la sustitución del nombre de Virrey en tiempos de álgida pelea donde ya sonaban los cañones y partes de nuestro territorio se disputaban entre la Corona y los que por derecho debían poseer su patria. Estos jefes se fueron suscediendo uno al otro: Felix Calleja, Francisco Lemaur, Francisco Novella, Juan O'Donojú, Juan Ruiz de Apodaca y Francisco Xavier Venegas y aún con problemas, fueron ellos quienes tomaron y dictaron las decisiones de lo que se hacía, se dejaba de hacer, se pensaba, se sembraba y hasta se respiraba en nuestra nación. 

La historia, la hemos leído (aunque no puedo decir que la conocemos): sin entrar en mucho detalle, un grupo de Insurgentes intentó una y otra vez romper con el esquema; cosa que a la postre logró, sangre y espada de por medio, para dar paso al primer régimen monárquico establecido después de su independencia. Se lo escribí en menos de tres líneas, pero en la realidad tomó años de lucha, de perseverancia, de reánimo, y de ganas de ver un mejor futuro. De llenar los días de la descendencia de libertad, de promesas reales, y porqué no, de prosperidad. Esta realidad no debería nunca haberse visto minada por un grupo de personas llenas de poder que sólo buscaban satisfacerse a sí mismas. ¿le parece familiar?

Esta transición derivó en un México independiente que poco a poco se fue sacudiendo la imagen de la monarquía española, y que tras un serio divisionismo y disputas interminables por el poder, ante una tensa sucesión presidencial que se iba haciendo cada vez más constantes, la  historia fue dando paso a su siguiente dominio:

El Porfiriato 

O porfirismo como algunos también le conocen, durante más de 34 años, nuestro México vivió una etapa que le marcaría de por vida y que además definiría gran parte de lo que hoy vivimos como nación. Con los orgullos y tabúes que hoy definen quiénes somos "por dentro y por fuera".

No podríamos pasar por alto que fue durante este período que se fundó la UNAM, la Secretaría de Instrucción Pública, que se introdujo el teléfono y el cine; que se pavimentaron las calles citadinas, que se les dio alumbrado público y que se construyeron interminables kilómetros de vía férrea. 

En fin, la modernidad llegó a México. Díaz era un gran admirador de la República Francesa, y quería hacer de México una estampa parisina occidental en el nuevo continente. Y no erraba el camino, sin embargo era una tarea larga y hacendosa, que él estaba dispuesto a completar si le daban el tiempo.

Nosotros no llamaríamos a Díaz un villano, ni un enemigo de la Patria; lo llamaríamos visionario. Es verdad que el poder es canijo, y una vez que se tiene es difícil renunciar a él, pero aún esa obstinación por la preeminencia dejó marcado un camino, un mecanismo que en manos de F.I. Madero define a nuestro México de hoy e incluso mientras se hablaba de la Reforma Política, hoy tan necesaria, se hablaba fuertemente de la reelección: pilar inalterable de la democracia mexicana. Ahora, si usted cree que la tan citada frase "Sufragio efectivo, no reelección" se la debemos a Madero, revise bien sus libros de historia (pero no las novelas de Francisco Martín Moreno) y compruebe que hasta esa frase se la debemos a "Don Porfirio" cuando contendía contra Lerdo de Tejada, a la muerte de Benito Juárez. 

Es cierto, 34 años son muchos para gobernar, y más cuando en los últimos se decía que México estaba listo para una democracia, sin embargo, las "reelecciones" se seguían sucediendo. Esto quiere decir que hasta por más de tres décadas, el mexicano conforme y disconforme se sometió apáticamente a acatar lo que desde la cúpula se decía y se decidía, agachando la cabeza y lamentándose por el futuro, no importando que promesas trajera cargando. 

Jerarquía suprema, voz de mando y una voluntad implacable, ni hicieron más que allanarle el camino, al grupo de después de la revolución, es decir, en la agonía del porfiriato, harían el dictado de nuestra realidad nacional.

Partido Revolucionario Institucional

Durante 72 años, con el recurso de la abrumadora mayoría en congreso, senado y en la construcción de importantísimas figuras en el medio sindical, en las comunicaciones y en cada rincón concentrador de poder, este equipo tricolor no tuvo "mucho corazón" y lo demostró con creces para bien o para mal, apoderándose por estas siete décadas de los destinos de una sociedad que se quedaba impávida mirando la veleta presidencial que se movía al viento que soplaran las oficinas más altas y menos iluminadas de las cúpulas nacionales, aunque claro, sí fue un tiempo donde la voz del presidente era reinante y prevalecente.

Joyas como Gustavo Díaz Ordaz, que silenció a varios universitarios en un octubre rojo, López Portillo que defendería el peso como un perro, Luis Echeverría que nos puso un paso adelante hacia el precipicio y que quería "Chile para los mexicanos" entre muchos otros que nos hacen recorrer el camino hasta llegar a Salinas de Gortari son dignos representantes de una progenie que al paso del tiempo fueron minando la obra porfirista que a principios de siglo había colocado a la nación en su punto más alto comercial y modernamente hablando para llevarlo a ser uno más del montón del tercermundismo latinoamericano.

"Gánale al PRI" se convirtió en una frase acuñada popularmente para reconocer que no había solución o alternativa para un problema que involucrara una autoridad. Es decir, era material, práctica y filosóficamente imposible obtener alguna suerte de beneficio si no venía de algún grupo de poder perteneciente a este cúmulo. Exacerbantes riquezas, negocios truculentos, tráfico de poder, compadrazgo y la figura del "dedazo" fueron durante los mismos 70 años la constante frustración que producía la película que todos los hijos de la patria vieron proyectada una y otra vez, esperando su momento: "a ver qué día me toca a mí". Así se gestó esta cultura que sufrimos hoy: "a ver qué día me toca robar a mí". Una suerte de Robin Hood de corte personal que busca robarle a ricos y pobres, para darle a nadie, sino a sí mismo.

Llegó quien sí le ganó, y entrando el nuevo siglo, y el nuevo milenio, con promesas mesiánicas le afirmó a la sociedad que el día que esta hegemonía terminaría había llegado; la transición hacia la alternancia y la verdadera democracia comenzó, pero nunca nos imaginamos que terminaría donde está en estos momentos.

México vive hoy con su voluntad secuestrada ante un nuevo villano. Uno que no vimos cegados por la esperanza vendida de la democracia y la promesa de no más perpetuación en el poder absoluto que le corresponde a quienes conforman la nación.

Este nuevo villano es el Partido Político. Hoy vivimos sumidos en la partidocracia, que concentrando todo el poder le ha venido robando cada día más al pueblo, comenzando por sus instituciones y apuntando hacia la dignidad. Se ha puesto la corona, como en el virreinato se la pusieron los dueños del país, busca perpetuarse, como lo hizo Díaz y pretende hacer y deshacer a placer y conveniencia como lo hizo uno de ellos por tantos años.

Por favor despertemos. Un país no es nada sin sus habitantes. Estamos sumidos en el letargo de la sumisión sin reaccionar ante un monstruo de seis cabezas (o más) que ya se está comiendo a mordidas a nuestra gran y hermosa nación. Y para los que dicen que "México es tan grande que ni sus gobernantes se lo han podido acabar" les quiero decir que se está llegando el día.


El atropello que representó la omisión de la tan mentada Reforma Política que como sociedad necesitamos para dejar de tener un país "de mentiritas" donde sólo unos definen que es bueno para todos, pero que no representan a nadie porque son ajenos y carentes del más común de los sentidos no debería ser tolerado por un grupo de gente que día a día salimos a trabajar, a generar impuestos, a llenar cifras y a ser blanco de las más sinceras risotadas de grupos políticos que en lugar de buscar la mejoría, sólo buscan mostrar quién es peor que ellos.

El voto de cualquiera importa, es la mejor arma que tenemos como ciudadanía. Por eso el político en tiempo de elecciones lo busca con la enajenación de un animal hambriento, que ya con el cargo en la mano, satisfecho de poder y con acceso a la despensa de la Nación, no te necesita más y esas promesas se desvanecen en la niebla o se justifican entre torcidas legales que carecen de sentido.

Es hora de que el pueblo represente al pueblo. Que el interés de todos sea manifestado, respetado y obedecido, pero mientras reinen los de afuera no podrá suceder.

Ahí está, el país es nuestro, se llama México, está secuestrado y en usted y en mí está recuperarlo. Anule su voto si quiere, está en todo su derecho, pero entienda que esa Reforma Política no se hará sola y aunque se anule el voto, con una pequeña cantidad de personas se legitima su próximo victimario.

¿Para dónde vamos, mexicanos?

La desunión social, la falta de educación, el acarreo, los compadrazgos, la corruptela son cánceres que no han terminado de matar al México del que presumimos su grandeza, pero que en nuestros días se le oye toser con mucha fuerza.

Sólo la unidad ciudadana con reflexión e inteligencia le puede dar la vuelta a este país.

2 comentarios:

  1. Encontremos al menos una coincidencia entre todos. ¿Qué es aquello que todos buscamos?

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  2. Querido - el secuestro también es mental - esa tendencia al sentimentalismo y a la sensación de que siempre se están aprovechando de uno. Quizá si creciéramos más seguros de nosotros mismos, más convencidos de que podemos hacer las cosas bien, sería más sencillo... no crees? Un abrazo!

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