Aquí, no pasó nada

Sin duda uno de los cambios más importantes y determinantes de las generaciones que pertenecen a esta época alrededor del globo es sin duda lo que fue el cambio de siglo, que a su vez fue también un cambio de milenio: lo que por todos los rincones de esta tierra se conoció e incluso se temió como el Y2K.

Oportunidad comercial para algunos, como Absolut, que lanzó a la venta no sólo botella conmemorativa sino también mezcla. Oportunidad espiritual para otros, que esperaban que la restauración de los relojes y los calendarios trajera también una nueva forma de vida. Oportunidad política para uno: Vicente Fox, que con el nuevo siglo y el nuevo milenio trajo un nuevo gobierno: El del "Cambio".

Si bien las elecciones presidenciales de esa época se llevaron a cabo el 2 de Julio de 1999, la plataforma que ofreció el guanajuatense no tuvo precendentes en la historia política de nuestro país, y sentó una nueva manera de hacer campaña; como no ha habido y tal vez no haya nunca más. El resultado: el inicio de la alternancia en México.

Esta nueva manera de concebir el poder no era sólo una imagen para el electorado, independientemente que hubieran votado por la "Alianza por el cambio" que unió a PAN y "El Verde" (que parece se "identifica" con el que mejor rédito produzca) era la esperanza de un cambio no sólo profundo sino tangible en una "democracia" que se había hasta entonces caracterizado por el autoritarismo, la unilateralidad y el "montoneo" de una mayoría priísta que en su hegemonía se había consolidado como inquebrantable.

Esta nueva esperanza traía consigo la ilusión de que los partidos al sentirse vulnerables, seleccionables y hasta intercambiables adquirirían un serio compromiso con la sociedad que dejaría atrás las oleadas de abusos, corruptela, latrocinios y demás injusticias a los que estábamos acostumbrados y los que no podíamos responder provenientes de un gobierno ajeno y despreocupado de su gente.

Una nueva era se asomaba: a la barbarie de secretarías útiles y ociosas con las que se contaban se le agregaron organismos y grandes campañas publicitarias la especialidad de la casa, que tenían como finalidad denunciar y detener la corrupción, incluir a las minorías, propiciar la transparencia y demás objetivos virtuosos que entre palmas y fanfarrias se presentaban uno tras de otro.


Pregúntese usted: tanto cambio, ¿cambió algo?

Estamos muy seguros de cuál será su respuesta. Coincidimos: muy poco o casi nada cambió en el escenario actual, que para efectos prácticos podría estar en un peor momento que en el que se encontraba entonces.

Hoy, no importa si el portavoz se apellida Noroña, Espino o Beltrones, la política en México es un tema de colores, de partidos que tienen sumida a gran parte de la población en un desencanto propiciado por los constantes desencuentros de la realidad con los discursos, por no sentirse representados, por sentirse y saberse timados, engañados, burlados.

Esta alternancia parece que al contrario de beneficiarnos, nos perjudicó; hartos estábamos de una perpetuación anunciada, rota a la séptima década y hoy, a casi 12 años de ese punto de quiebre, las cosas no parecen haber tomado rumbo.

Tal vez parte de la culpa está en nosotros, por haber depositado tanto deseo, tanta ilusión y tanta responsabilidad en los hombros de quienes no habían aún demostrado no sólo que podían con el paquete de regalarnos un mejor país, ni siquiera de tener la voluntad de hacerlo.

La culpa bien puede estar en nosotros, porque los hubo quienes lucharon desde trincheras más genuinas, sociales y menos mediáticas, a donde el reflector no apuntaba y pocas camaras miraban, donde no había derroche para la campaña, donde la pelea y la labor rebasaba el discurso, y aún el discurso era mucho mejor planteado y más honesto del que se oye hoy en cualquier "mitin".

La culpa de que hayan llegado tan alto, y que no se quieran bajar es definitivamente nuestra, porque los pusimos ahí, pero el secuestro de las voluntades es completamente culpa de ellos porque han abusado de su poder, de su jerarquía para que con la risotada a flor de labios, hoy se legisle para los partidos, para los colores, y no para la gente.

La gente, la polis.

Despierta México, despierta hoy. Hoy que poco tienes para escoger pregúntate en qué fallaste, qué hiciste y qué dejaste de hacer. Para que mañana aciertes, y hagas lo que hagas, lo hagas bien.

El voto es todo tuyo, y no es cosa fácil o ligera. Busca bien, lee y preguntale a aquél que tomarás de la mano por seis años, no sea que después voltees para atrás y te des cuenta que "aquí, no pasó nada".




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