La guerra de uno sólo





Felipe Calderón se encuentra ya sacando el pañuelo del bolsillo que se encuentra justo a un lado del corazón. Le podemos ver dando señales de su despedida en cada una de sus apariciones públicas, spots de televisión y mensajes diversos.
Un sexenio marcado por diversidad de claroscuros, según la percepción de cada quien, pero que en definitiva no será recordado como aquellos grises períodos de antaño a los que poco a poco nos veníamos acostumbrando un poco antes de que se diera la alternancia.

Entre las memorias que vendrán a la mente al pronunciar su nombre, podremos recordar su primer reto como presidente, que fue el problema de la tortilla; su excesiva subida de precio, y las medidas de control contra la especulación, tal y como pasa ahora con el asunto del huevo. Pasará a la historia como un gobierno que peleó por legitimarse ante las graves acusaciones de la izquierda, misma que perfilándose el final le pidió ayuda para denunciar el supuesto nuevo fraude.

Pero el vínculo más grande con la memoria de cada mexicano será la guerra contra el crimen organizado, aquella que comenzó llamándose “Guerra vs. El Narco” y que a pesar del rebautizo, la práctica se sostuvo en el enfoque de mermar a las estructuras de cárteles y grupos dedicados a la venta y tráfico de estupefacientes.

En esta guerra, como en cualquier otra, fueron mas de 50,000 familias las que tuvieron que lamentar la obstinación de alguno de los bandos. Ellos conforman el tronco de un árbol de miles de ramificaciones donde las opiniones literalmente apuntan para todos lados, pero sin duda, es una guerra que para bien o para mal, Calderón Hinojosa tuvo que pelear sólo y nadie puede decir lo contrario.

Tan solitariamente peleó el presidente que la división entre aquellos que peleaban para él fue siempre patente. Esto evidenció en el  mejor de los casos una falta de liderazgo por parte del Ejecutivo, que no supo conjuntar a niveles de organización y confianza a todos aquellos mandos que se suponía estaban de su lado. En el peor de los casos, falta de capacidad, planeación o estrategia.














Claramente hay más factores a observar, por ejemplo, las monedas. De la manera más obvia, cada una de las corporaciones o instituciones se encontró en la búsqueda constante de justificar los aumentos presupuestales sujetos de la capacitación, equipamiento, instrucción y número de efectivos, más allá de una pelea de egos o recelo de pertenencia.

La comunicación, la coordinación y el apoyo entre Sedena, Semar, Policía Federal, y policías tanto estatales como municipales nunca existió. Cada una actuó de manera autónoma y traspasó vez tras vez las demarcaciones de una y de otra como le fue posible, haciendo gala en ocasiones hasta de falta de ordenamiento en las meras entrañas, llegando a anunciar capturas de gente que en realidad era otra persona, como el afamado caso del hijo del “Chapo” Guzmán.

Así pues, Felipe Calderón pareció ser el general de varios batallones que pelearon el frente que quisieron, que salieron al horizonte con una misión, pero sin rumbo fijo, sin estrategia.

La percepción del pueblo ante esta realidad se polarizó; mientras existen aquellos que aprueban la medida y la estrategia, hay quienes se alegran de que por lo menos se haya iniciado una pugna contra los delincuentes, como hay quienes desaprueban totalmente tanto la guerra como sus consecuencias.

También es realidad que de las muchas voces que se alzaron para condenar la estrategia, pocas replican al preguntárseles qué habrían hecho ellos.

De este modo, el programa “estandarte” del sexenio calderonista, muy a pesar de haber recibido la mayor cantidad de atención, esfuerzo, recursos y sobre todo tiempo, fue una lucha que a pesar de involucrar a miles de efectivos, delincuentes y ataúdes, el presidente peleó sólo. 

Por: Orson Ge
Twitter: @orsonjpg

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