De las arcas de la sinrazón




40 días antes de las campañas electorales con miras a la presidencia de la república, muchos ignorábamos la vorágine de spots y espacios publicitarios que se destinarían a promocionar a los distintos candidatos, que bien fueron complementados con las hordas restantes que pretendían puestos de cargo público y que también previo al 2 de Julio pasado tuvieron a bien “embellecer” el panorama urbano con sus distintas caras, frases, y demás “propuestas” para “el bien de todos”, “avanzar” o “estar mejor”, entre otras promesas más efímeras y superficiales que una fiesta de quinceañera.

Y si no sabíamos la cantidad y calidad de “estímulos” que nuestra atención recibiría en ese período, menos podíamos imaginar que esta lavadora mental iba a estar conectada a los medios aún semanas después de emitidos los sufragios y previo a la resolución del TEPJF para validar el proceso electoral.

La lectura que se ha de llevar a cabo va desde la obviedad hasta lo más interesante, pasando por lo ridículo y lo contradictorio. De los tres partidos que en realidad protagonizaron la batalla, todos ellos nos dan síntomas inequívocos de su momento situacional. Vale mucho la pena analizar lo que se dijo antes, durante y lo que se está diciendo hoy, si es que algo se dice.

Mientras el PAN lame aún las huellas de la derrota con una lija, y el PRI espera en silencio la  ratificación de su virtual victoria, el movimiento de Andrés Manuel López Obrador sigue declarando, y sumando, ya sea a través de spots de radio y televisión o declaraciones en medios argumentos para sustentar la acusación del presunto fraude del cual él y sus más cercanos fueron víctima y que hoy lo tienen a un teclazo de su segunda derrota definitiva en miras a la presidencia.

Estos argumentos permean en la mente de algunos, causando reacciones de indignación, coraje y hasta movilización de diversos grupos que hoy todavía exigen la invalidación de la elección.
Nuestra pregunta es: ¿quién o qué sostiene a estos argumentos?

Después de someter por algunos minutos los grandes pilares de la protesta a la reflexión encontramos que todos ellos tienen puntos flacos, tan débiles que tambalean la seriedad de la protesta, llevándola a ser sujeta de mayor cuestionamiento.

Podríamos dividir la protesta de AMLO en los siguientes rubros: El fraude, Las irregularidades, La compra de votos y La imposición. Cada uno de ellos con sus puntos a cuestionar.

El Fraude y en especial el pensamiento de esa “asociación política” que tienden a llamar el PRI-AN tiende más a sujetarse al lado de la paranoia que al de la lógica. Aunados a esta asociación política supuesta, estarían también todos los medios de comunicación, corporativos, empresarios, maestros, empleados, ciudadanos, pueblerinos, campesinos, rancheros, exiliados, y hasta segregados que confabulados entre sí, y con una coordinación casi perfecta, con un sistema infalible de comunicación interna y que no permite filtraciones se hubieran puesto de acuerdo para no permitir que López Obrador cumpliera su objetivo. Para Andrés, la cosa está muy clara: si no está conmigo, está contra mí. Y si está en mi contra, es parte del fraude.

AMLO olvida voluntariamente que el PAN buscó por los últimos dos años alianzas estratégicas precisamente con el PRD y no con el Revolucionario y olvida también voluntariamente que él fue parte del PRI, justo en los tiempos de Maquío (cuyas ideas cobijó en su campaña), el incansable panista que luchó encarecidamente por debilitar al régimen de la “dictadura perfecta” a fin de abrir paso a una verdadera democracia. 

Pensar en un fraude es pensar que en la elección más plural, y vigilada de la historia, que también fue la de mayor participación en todos los tiempos, hubo alrededor de tres millones de mexicanos que supieron burlar la vigilancia cruzada, los conteos plurales y la publicación de los resultados; todos ellos confabulados con la única intención de frenar su proyecto.

Una teoría de la conspiración que muchos quisiéramos que Steven Soderbergh llevara al cine en una divertida crónica de celuloide.










Las irregularidades que según AMLO se llevaron a cabo en 113 mil casillas no han sido llevadas al detalle al público en general, sino que simplemente se han expuesto como tales. Se argumenta que estas irregularidades son fundamentales en el sesgo de la votación hacia el candidato ganador, sin embargo muchas de ellas van en el tenor de instalaciones tardías, faltas de funcionarios, o sustituciones de funcionarios. Es decir, se está potencializando un factor, sin darle el valor debido. Esto es  equivalente a aventar plumas al aire y después intentar contabilizarlas. Para determinar el efecto de un fenómeno en específico debe ser puntual en la causa, para entonces determinar el efecto. Me parece muy poco serio decir que “perdimos porque hay irregularidades”.

La compra de votos es un tema que da y dará de qué hablar por muchos años, y en muchos lugares, y podemos entrar en el terreno de apuntar con el dedo y ver tres de regreso, y de comparar, e intentar dimensionar si “yo lo hago, pero tú más”. Lo más grave de la acusación de Andrés Manuel es que a ese “pueblo bueno” al que habló por seis años que duró su campaña, ahora le cambió el mote por “bola de vendidos”.

Porque no se vale decir a la gente primero que “agarren todo lo que les den”, dando a entender que cuando firmó el famoso pacto con los demás candidatos ya sabía de este asunto, y después, cuando los resultados no le favorecieron, salir a protestar. Es contradecirse a sí mismo, y dos veces; primero al acusar al pueblo de corruptela cuando él mismo la avaló y después al negarse a actuar como él mismo dijo que lo haría.

La acusación no resiste a las matemáticas: según las mismas cifras de su equipo, cada tarjeta “de regalo” contendría en promedio $1678 pesos listos y disponibles para quien decidiera vender su voto. Entonces dígame usted, ¿cuánto dinero se necesitaría para comprar los cerca de cinco millones de votos que hubo de diferencia entre un candidato y otro?

Para comprar tan sólo la mitad del diferencial de votantes se hubieran necesitado 4 mil 195  millones de pesos, y para los demás estaban las plumitas, la bolsa, los patos y las gallinas, que tampoco pueden denunciar si sus nuevos dueños en efecto votaron por el PRI, es decir, en las palabras de AMLO: si “comieron la carnada” pero no “mordieron el anzuelo”.

Para afirmar, en este caso, se tiene que especular, y al especular, se pierde sustento.

La imposición es un tema que se ha ido y venido, sin ser realmente sujeto a la profundización. En términos estrictos, de los tres candidatos punteros, quien mayor exposición tuvo en los medios masivos de comunicación fue Andrés Manuel. No hay vuelta de hoja, su campaña duró seis años y no 60 días. El dar a la TV y radio poderes que no tienen es sólo especular. No hay una metodología de medición seria y concreta que determine que la alta exposición en los medios de comunicación genere preferencia en un mercado o un electorado. 

Afirmar tal cosa es aventurarse a mentir o equivocarse, sin mencionar que se desacredita la medición independiente que realizó la UNAM para verificar que la exposición en medios de las plataformas de cada candidato se diera en el marco de los tiempos oficiales que se establecieron para cada candidato.

Es un insulto a la razón, y a la voluntad política de quienes emitieron un voto libre decirles que su sufragio no es fruto de su decisión, sino de una “imposición” mediática.

Aparentemente AMLO tiene una explicación para perder la elección ya sea que el diferencial sea grande o pequeño; la explicación es siempre la misma: “nos robaron”. Hoy, bajo ese tenor y en pocas palabras, el gobierno se vende a quien mejor precio pueda pagar por él, y claro, sólo Andrés lo busca por la vía legítima, por eso no lo consigue.

Será importante para México y sus mexicanos no caer en la provocación, en divisionismos fruto de la falta de reflexión en lo que se dice. Más importante aún, en ser consecuentes y hacer caso de argumentos de coherencia antes, durante y después, para que entonces, no estemos una vez más, pescando alegatos de las arcas de la sinrazón.


Por: Orson Ge
Twitter: @OrsonJPG

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