Atole con el dedo

Qué rica es nuestra historia, no sólo en vivencias, experiencias y anécdotas, sino también en sabores: los tamales, el mole, el pan dulce y el atole son parte de la tradicional comida mexicana que se compone de cientos y cuentos de platos que a pesar de lo que digan en los programas de autos en el Reino Unido, nuestra cocina es patrimonio de nuestra humanidad.

El atole, Atolli en Náhuatl quiere decir literalmente "aguado"y es la bebida de maíz (Atol en Náhuatl también) que muchos quisieran tener, pero es sólo nuestra.

Así como muchas de nuestras virtudes nacionales, hemos encontrado la manera de desvirtuarlas y darles un sentido diferente y raquítico; vamos explicándolo mejor: a nuestra clase política le gusta darnos "atole con el dedo".

Es una belleza (lo decimos irónicamente) vivir en tiempo de elecciones: las obras publicas se inauguran una por una, los logros del período brillan como el oro, los candidatos se vuelven servidores públicos de tiempo completo y el futuro de nuestro país es más promisorio y dorado que los lingotes de las reservas nacionales. No me crean, pero acuérdense de mi cuando vean a Ebrard inaugurar sus obras viales en el DF, al PAN cacarear la abolición de las tenencias, y a Peña Nieto presumir el desarrollo de sus municipios, entonces vean el calendario y acuérdense de lo aquí escrito.

Ante el arrasador triunfo del Partido Revolucionario Institucional en las elecciones del pasado 3 de julio, en Nayarit, Coahuila, Hidalgo y sobretodo en el Estado de México, elección que para muchos resulta profética de cara a las presidenciales, las de 2012, en Crónicas Condenadas nos quedan dos lecturas que hacer: la política y la social.

La lectura política nos remonta necesariamente a 1999, año en el que, enfermos de un PRI que se había sostenido por 70 años en la presidencia de la República, decidimos invertirle nuestro al "Gobierno del Cambio" de Vicente Fox. Fue todo un show, casi tan bien montado como la Boda Real ese cambio de gobierno, pero la pregunta en retrospectiva es:  ¿Qué pretendíamos los mexicanos al cambiar la jetatura el cuasi-eterno PRI por una alternativa consolidada no en un partido, sino en un candidato?

Si la memoria no nos queda corta, pretendíamos que el cambio trajera resultados que vista atrás hoy parecen mesiánicos y que por supuesto llegaron muy contaditos, todos con nombre, pero con muy pocos resultados latentes. Buscábamos, en sus 10 compromisos, de los cuales sólo cumplió cuatro a cabalidad; motivos muy sencillos de entender para la población haciendo a un lado lo de resolver Chiapas en 15 minutos y la mentada Reforma Electoral que lleva doce años en el tostador, lo que la gente quería era: honestidad  y transparencia gubernamental, apertura económica, cese de la corruptela, limpieza en los cuerpos policiacos y de justicia, y por supuesto, que la promesa de el bienestar familiar y social dejara de ser esperanza para convertirse en una realidad. Que esa alternancia generara que el ejecutivo y el legislativo dejaran de obedecer a compromisos y presiones para llegar a acuerdos que resultaran en el desarrollo social y nacional, pero nunca nos cruzó por la mente que ese poder de decisión llegaría más bien a ser un "clutch" para presionar a unos, y privilegiar a otros: a ser moneda de cambio entre partidos para crear una colorida mafia en los curules y ostentosos recintos donde se deciden los futuros de nuestro México.

Hoy a doce años de ese 2 de julio en el que se votó por "el cambio" de nuestro país y tenderle un puente a la modernización, al primer mundo (¡uf!) a los espacios de oportunidad, nos encontramos con un México en el que sí mucho ha cambiado, pero no en nuestra clase política, no en nuestros gobernantes, no en nuestras calles ni en nuestro nivel de vida. Podemos encontrar más visibles cambios en los mercados, en las tendencias, las modas y en las fachadas de nuestras casas, o peor aún: en las alacenas.

La segunda lectura es que México no sólo necesita políticos nuevos, sino ciudadanos nuevos. Los primeros los venimos esperando por décadas y a pesar de presencias redentoras y revelaciones, los segundos apenas nos venimos dando cuenta que el ritmo aletargado, el dejarle todo al gobierno y el transferir las culpas a los demás no nos deja nada bueno, sino al contrario, nos tiene nadando contra la corriente.

México necesita ciudadanos que respeten las leyes, por más pequeñas que sean, que no se pasen un alto, que no se queden con el cambio y que no perjudiquen al otro para "salir ganones". Nuestro país necesita ciudadanos que prediquen con el ejemplo, que sean civiles hasta para no pasarse los altos. Nuestro país está lleno de gandallas y necesita que cada día sean menos. Nuestro país necesita lo que espera de los gobernantes, honestidad, sinceridad, transparencia, atención, ahorro, ayuda, mucha ayuda.

La realidad es muy diferente a la deseada, pero si nos seguimos engañando a nosotros mismos, seguiremos viviendo agudas realidades muy lejanas a lo que queremos para nosotros y nuestros hijos que heredarán este país.

Ya estamos hartos de engaños, cortinas de humo y manejo de información, pero deberíamos estar más hartos de estarnos dando a nosotros mismos "atole con el dedo".

1 comentario:

  1. Todo lo que aquí se escribe no es nada mas que la purititita verdad.
    Así es si no cambiamos nosotros como ciudadanos que podemos exigir a nuestros gobernantes si de verdad queremos un México mejor, pero en mi muy humilde opinión creo que el problema esta en la escuela; Así es, la SEP ha sido tomada, secuestrada, por personas que lo único que han hecho es ayudar a que nuestros hijos (y sus maestros por supuesto) gocen de un calendario escolar que debería de avergonzarnos.
    A que sus maestros hagan lo que se les de la gana menos enseñar, y..."NADIE HACE NADA".
    Para que exista un cambio debemos empezar por la ESCUELA, ese es el punto en el que como sociedad debemos enfocarnos, y a mi pensar esa es la raíz de toda la problemática.

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