De represión y otras aberraciones




El sábado pasado fuimos testigos de uno de los momentos más recordados, para bien o para mal, según el enfoque, de la historia de la democracia nacional posalternancia. Y no por enaltecer la figura del flamante presidente, sino porque representa el histórico regreso del PRI, el régimen que prevaleció en México por 72 años y que tras dos mandatos panistas, el último de ellos con muchos acentos y bemoles, terminó por regresar el balón al patio tricolor en una muy discutida contienda electoral.
Esta discusión, trajo como resultado lo que ya muchos habíamos anticipado: una polarización del muy endeble tejido social, cuyo fruto estamos comenzando a vivir hoy y que en los escenarios más pesimistas dará muchos más dolores de cabeza a quienes se plantean a sí mismos en medio de dicha polarización, es decir, a quienes no están incondicionalmente con el régimen en turno (mainstream) y, sin embargo, están dispuestos a abonar desde el terreno de la colaboración, los acuerdos y la conciliación.
Este mismo grupo de personas, que se constituye a sí mismo como el más amplio que cualquiera de los radicales, tampoco está de del todo involucrado en las movilizaciones de protesta y mucho menos las que vía violencia manifiesta toman las calles y dañan a terceros. Sin embargo, algunas personas participan en estas marchas haciendo valer su voz, al no estar completamente convencidas de que la elección se haya llevado a cabo bajo términos equitativos, tema que ya hemos tocado en otras ocasiones.
Es decir, podemos identificar tres grupos de manera general:
1- El mainstream (la línea del sistema en turno)
2- El centro (dividido en dos subgrupos)
3- El inconforme (los que dicen no tener presidente)
Bajo esta óptica, el grupo del centro tiende a identificarse con cierta tendencia hacia un lado u otro, adaptando su conducta y argumentos a las fortalezas y debilidades de la corriente con la que más simpatiza, sin embargo tiende a la confusión ante el bombardeo incesante de los grupos de los extremos quienes ferozmente lanzan acusaciones y descalificaciones sustentadas en documentos, oficiales de un lado, e incidentales del otro.
Un excelente análisis de esta situación lo realizó Juan Larrosa, del Observatorio de Medios QUID del ITESO desde la perspectiva de los medios de comunicación, donde se puede obtener una conclusión tan valiosa como ésta:













El rito oficial mereció una cobertura completa, en la que se reprodujeron detalles sobre el discurso y comportamiento de los distintos actores. Las manifestaciones sociales del primero de diciembre se reportaron con prisa, con la parquedad de notas informativas, con una perspectiva que generalizó y por el contrario dejó a un lado los detalles. En el caso de las protestas de Guadalajara, muchos de los detalles los conocemos por las grabaciones (audio y video) y fotografías de ciudadanos que por ahí circulaban o por los mismos manifestantes.
Vale mucho la pena, como testigos de un momento delicado en la historia de nuestrademocracia, y por ende de la nación; nos aproximamos a un momento de dos vías en el que la sociedad, pero también nuestros gobernantes y representantes políticos deben tomar muy en serio cómo conducirán los destinos del porvenir.
En poco tiempo, si las cosas permanecen bajo esta tónica, nos veremos obligados a escoger entre la conciliación o el estallido, ya que ha resultado muy vergonzoso ver como los grupos de manifestantes, han denunciado infiltraciones de terceros ajenos a la causa con objeto de desprestigiarlos manchando el movimiento con tintes vandálicos, ajenos a sus ideales. Ante esto, las distintas corrientes se han apuntado con el dedo acusando al de enfrente, los inconformes al “sistema represor” y a su vez el mainstream los señala como agitadores inducidos por el radicalismo.
La realidad es que la carne de cañón sigue siendo la misma, ya sea inducida por el oficialismo o el inconformismo. La mayoría de los detenidos, golpeados, violentados, abusados y sobretodo perjudicados de esta situación son estudiantes, jóvenes, hijos, hermanos, y sobretodo mexicanos.
A un servidor poco le importa quién esté usando a la juventud azteca como anzuelo o pieza de sacrificio, sin embargo, puedo decir que lo he visto antes y no con resultados alentadores, más bien catastróficos.
La responsabilidad de nosotros como sociedad está en pensarlo dos veces antes de dejarnos calentar la sangre bajo una serie de argumentos que, legítimos o no, nos inviten a la confrontación violenta en un momento u otro; más bien, antes debemos buscar la vía de la conciliación y establecer métodos de presión inteligentes y civilizados, que no den excusa, razón o legitimidad a la autoridad de hacer uso de la fuerza. Si somos más quienes buscamos esa vía serán cada vez menos quienes hablen de represión y otras aberraciones.


Por: Orson Ge
Twitter: @OrsonJPG

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