Hablar de la privatización del petróleo es un tema tan amplio y controvertido, como mítico y aventurado.
Desde los anales de la
expropiación petrolera, está escrito con letras casi doradas que el petróleo
mexicano es de todos los mexicanos y ha sido esta concepción la que ha
abanderado posturas que en ocasiones ha hecho las de trampolín, mientras que
para otros ha sido un tobogán. La realidad es que este problema va más allá de
ver la intervención de otros capitales como “entregar el petróleo mexicano en
manos de extranjeros”; no podemos ver como luz y sombra una problemática de
tantos matices como lo es el tema del hidrocarburo en México.
Petróleos Mexicanos, la
paraestatal cuyos orígenes ya hemos tratado antes, es la misma que en el
transcurso de los últimos años, ha incrementado paulatinamente sus pasivos
generales ($412,862 mdd en el año 2000, $1,069,430 en 2005 y $1,506,499 en 2010)
según el anuario estadístico emitido por la misma institución, pero que al
mismo tiempo presenta un desbalance con sus activos, que en 2010 ascendieron a
$1,392,715 mdd, de los cuales sólo un 22% es circulante.
En términos simples de economía
básica, cuando los pasivos de una empresa son mayores a los activos, en un
balance general, la salud del negocio está en duda, toda vez que se necesita una
variable más compleja de factores para definir si la situación es rescatable o
no para el organismo en cuestión.
Ya hay quienes hablan de la
bancarrota de PEMEX, y no es poca cosa decirlo, ya que desde hace muchos años,
los pozos profundos y medios que se cavan en nuestro territorio, sólo han
servido para echar tierra en hoyos más abismales aún, cuyos nombres no siempre
salen a la luz, y se quedan así, en la oscuridad, dejando en una situación muy
desfavorable a la empresa “de todos los mexicanos”.
Ante esta realidad, es muy pertinente preguntarse ¿a quién pertenece realmente Petróleos Mexicanos?
No he visto a ningún hijo de vecino pasar a cobrar su cheque de regalías mensuales por la venta de crudo y creo que moriré sin verlo. Actualmente, el 46.7% del petróleo de nuestro país es enviado a refinerías mientras que el 53.3% -en número redondos- se destina a terminales de exportación, de las cuales muchas después, con un cargo adicional, regresan convertidas en un hidrocarburo fino, como la gasolina que usted pone en su auto, de
la cual papá gobierno paga parte del precio y usted otra. Por este motivo, entre muchos otros, usted pone más centavos en el precio del litro cada primer sábado de cada mes, porque este subsidio se ha convertido cada día más en insostenible.
Sin embargo, el privilegio
excesivo que se le ha dado al uso del automóvil en México es apenas uno de los
correlativos en el tema del petróleo nacional, la realidad es que las reformas
energéticas que no se han dado como tales, han sido un serio problema para que
el desarrollo de nuestra industria petrolera alcance los niveles que otros
gigantes del rubro han alcanzado.
“Vender el bien de la nación” ha
resultado más una palanca política de tendencia anti-neoliberal, y de identificación
izquierdista que realmente una postura ideológica o de principios; polarizando
la opinión general y trabando el desarrollo de nuestro país en materia energética,
en el cual llevamos paralizados por más de una década mientras países como
Brasil y Holanda muestran el rezago en el que actualmente nos encontramos.
Hoy se integran ya las comisiones
de las cámaras alta y baja que tendrán en su poder intervenir en temas de esta
índole y el presidente electo se encuentra en Europa ya hablando del tema. Las
diversas lecturas se comienzan a dar, y no faltará el paisano que reclame el
derecho a que “su petróleo” no sea vulnerado por intereses ajenos a los de la
nación, prefiriendo que sean los compatriotas quienes escudando el latrocinio
en el gentilicio sigan sacando de la interminable ubre del golfo de México
todos los dólares posibles.
¿Valdrá la pena que otros capitales intervengan en los destinos
energéticos de la nación? Si la exigencia de la rendición de cuentas y la
maximización de los recursos entran a la ecuación, junto con la auditoría y la
transparencia, mi respuesta es determinada: por supuesto que sí.
El día es hoy, como lo ha sido
por los últimos 18 años en los que prácticamente nada se ha avanzado en materia
energética y en específico para regular y prosperar la industria petrolera de
la nación.
¿Que si se vende el petróleo a
manos extranjeras? No nos hagamos tontos, hace mucho que se hace. Y lo que es
peor, nos lo vuelven a vender, vamonos quitando un rato los sarapes.
Por: Orson Ge
Twitter: @Orsonjpg