A 2 de Julio de 2012


Llegó el día; el más esperado, o el más temido, no lo sé.


Sin embargo, hay muchas cosas que decir acerca de la jornada que se vivió este domingo con miras a definir no sólo la presidencia de la república, sino también los integrantes de las cámaras alta y baja, gobernadores y presidentes municipales en algunos estados.


Seguramente no alcanzaremos a decirlas todas en un mismo texto.

Lo más destacado, sin duda, es la voluntad ciudadana; no sólo en materia de participación, en la elección con más mexicanos emitiendo su voto, rebasando la barrera del 60%; y mucho menos podemos ignorar la voluntad de la gente que participó en una casilla dedicando no sólo un domingo, sino su esfuerzo y colaboración en aras de la transparencia y la rendición de cuentas en un sistema electoral robusto, según lo señaló la OEA la mañana del lunes, como uno de los observadores internacionales de nuestro proceso.

Muy notable también fue la voluntad de los simpatizantes con fuerzas políticas, que lejos de lo que se esperaba por algunos, conservaron una jornada pacífica, que como todas, mantuvo incidentes, sin embargo, muy aislados y lejanos a los muy feos espectáculos de los que hemos sido testigos en períodos anteriores.

Pero, ¿qué hay de los resultados?

Con cerca del 90% de las actas capturadas, lo que se vaticinaba la noche del domingo como una victoria del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, es ya una realidad irreversible. Aún con la reserva de Andrés Manuel López Obrador, candidato de las izquierdas, es muy difícil que con la evidencia del conteo rápido y del PREP que ya están disponibles, se vea un cambio en las tendencias que le haga superar el cociente del 5% que resulta como diferencial entre los dos candidatos punteros.

La lectura principal de estos resultados es el rotundo fracaso del PAN como partido gobernante, deslizándose hasta el tercer lugar de las preferencias. Esto es, sin duda, la nota más trascendente, después de la obtención de un nuevo presidente en nuestro país.

¿Por qué? Le explico: Un partido en el poder tiene su dósis de simpatizantes en cualquier sistema democrático; que por lo general resulta en una tendencia de liderazgo en las preferencias que por lo regular se comparte con el partido que sabe agenciar su propuesta con la del "cambio de rumbo".

Eso no pasó en esta elección. 

Joosefina Vázquez Mota no logró, por más que lo intentó, diferenciarse de su casa política, que tal vez fue uno de sus primeros errores, intentando recuperar el paso durante el proceso, y mandando mensajes mixtos hacia el final de su campaña, en especial aquél de su cierre, donde invitaba a Felipe Calderón a quedarse con la dirección de la PGR si ella llegara a ganar, dándose un balazo no sabemos si en el pie, o en la sien.

Esta elección se la quedaría quien supiera capitalizar el fracaso del PAN en distintos estados, y la baja popularidad del gobierno calderonista. El PRI lo sabía muy bien, y también sabía que la polarización entre perredistas y blanquiazules es por demás marcada, razón por la que muy discretamente hizo su papel, bien planeado, con libreto, estrategia, pero sobre todo, muy bien cuidado; el resultado ahí lo tenemos: un diferencial no mayoritario pero sí suficiente para de nuevo arrebatarle el sueño al lopezobradorismo de cambiar el rumbo del país.

Lo que muchos todavía no han volteado a ver son los resultados de quienes integrarán el poder legislativo en México, que como lo hemos dicho antes, son quienes realmente están gobernando nuestro país en estos días. Son ellos quienes dan marcha atrás a las iniciativas, o quienes les dan curso. Son ellos quienes no son auditados, ni cuestionados por algún ente de poder. Son ellos hoy, los que deciden si el país avanza, retrocede o se estanca.

Será  la hora de mostrar el amor por México, si es que lo hay. Felipe Calderón sufrió de muchos dolores de cabeza porque las iniciativas de reforma se vieron detenidas y hasta ignoradas por su oposición legislativa. Por los próximos años, le tocará al PAN demostrar que realmente son DIFERENTES no pagando con la misma moneda. Ahí, y no tanto en la presidencia debe estar puesta nuestra mirada analítica.

No es tiempo de ser fatalistas, derrotistas o dar por muerto a nuestro México. El país se compone de mexicanos y no de presidentes.

Se vienen seis años de mucha expectativa, de inconformidad y tal vez el panorama se antoja difícil, pero lo hubiera sido igual con cualquiera de los tres candidatos, ninguno de ellos hubiera ganado por mayoría.

Le invito a no anticipar las vísperas y a mantener este ímpetu de interés por México y su progreso en el ámbito de la paz, la honestidad, y el respeto por la pluralidad.

En realidad, es esto lo que nos conviene, nos guste o no.

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