El ex presidente, el próximo presidente y el que siempre
quiso ser presidente
Como un gancho al hígado, podemos
calificar las recientes declaraciones del ex presidente Vicente Fox, en las que
señala que él votó por Enrique Peña Nieto para “terminar esta guerra absurda y
sin resultados” dejando muy en claro que su divorcio del panismo es tajante y
definitivo.
La relación entre el
guanajuatense y el gobierno que está a unos meses de entrar en funciones se
asomó desde unos días antes de la elección, sin embargo, la apostasía de Fox de
entre las filas blanquiazules se ha venido aclarando con el paso de los días.
Comenzando por sus controvertidas declaraciones previas al proceso, la circulación en redes sociales de
fotografías que lo ligaban socialmente a Enrique Peña Nieto, pasando por la
polémica de su expulsión del PAN hace unas semanas y ante su ciertísima
animadversión al calderonismo, denunciada por palabras como las antes
referidas, nos dejan en claro que existe una conversión en la persona de
Vicente Fox, no exactamente al priísmo, pero sí en rechazo al partido que antes
representó.
Y es que nadie sabe para quién trabaja;
no debemos olvidar que Fox es un hombre de tesón y que a pesar de la opinión
que muchos tengan de su capacidad, es la persona que escaló de suelo al cielo
la estructura de una de las compañías más grandes, exitosas y poderosas del mundo, que
sabe mover sus piezas y hacer que la gente y los eventos jueguen a su favor
según sea el caso.
Hoy, su figura se encuentra
innegablemente ligada al presidente que está por recibir el turno, a quien
también se le ha cuestionado mucho, pero que sin duda tiene una virtud
inequívoca: sabe escoger sus luchas.
Tras sus más graves deslices,
previos a los tiempos de campaña, mismos que le valieron ser constantemente
juzgado especialmente en las redes sociales, la figura de Enrique Peña Nieto ha
destacado por no enredarse en temas de controversia, discusión o argumentación
fuera de la institucionalidad y propiedad de la que le ha rodeado su equipo de
campaña.
Mucho se ha dicho de que Peña
sería un títere de antiguos grupos de poder, que en otros tiempos deshicieron a
placer los hilos de las viejas estructuras para convenir a intereses personales
o grupales, pero dentro del tricolor es un hecho que la figura del mexiquense
tiene un peso específico mayor, y hoy nadie se quiere confrontar u oponer al
otrora gobernador del Estado de México. Hoy el PRI está amalgamado, aunque sea por una vara de temor.
La virtud de Peña ha sido caminar de frente y establecer su propia agenda. De manera coyuntural y hasta cierto punto mesurada se ha involucrado ocasionalmente con temas ajenos a su plataforma, pero que al mismo tiempo son del dominio público o pujantes del momento.
Durante el período post-electoral
ha tenido a bien seguir reafirmando su imagen, sostener firmemente los
argumentos que le acreditan como vencedor en los comicios y sobre todo ha
permanecido estoico ante las acusaciones que pretenden colocarlo en el orden
del fraude y la imposición, que ha sido la postura de Andrés Manuel López
Obrador.
Este, sin duda, será recordado
como el error de agosto, y no por correr alegremente por las vías del
establishment, sino porque el planteamiento documental que presentó el
Movimiento Progresista al IFE y al TEPJF a fin de impugnar la elección estuvo
lleno de errores, inconsistencias y carencias de sustento que dieron como
resultado el avasallador resultado de siete magistrados sobre siete que
avalaron la elección y catalogaron la impugnación como improcedente.
La oportunidad de López Obrador y
su movimiento de afirmar su capital político ganado en la campaña aminora frente a sus ojos, toda vez que las pruebas presentadas carecieron de sustento
(como los animales y las tarjetas presentadas, que no podrían nunca probar la
compra efectiva del voto), las cifras argumentales con respecto al gasto
excesivo no fueron consistentes sino que se cambiaron en más de 7 ocasiones, sin
dejar pasar las “evidencias” que se sujetaban en la especulación, como las
fotografías de Peña junto con el dueño del equipo Santos de Torreón,
relacionado con el grupo Soriana.
Es concepto del derecho –parafraseado-
que la acusación debe ser sustentada por pruebas o evidencias, y estas deben
ser acorde a las causales del delito para ser procedentes, de lo contrario,
cualquier juez en plena facultad, puede desecharlas, situación misma que se
confirmó con el fallo de la semana pasada.
La oportunidad de oro pasó para
López Obrador, de quien ahora se comienzan a alejar personajes de su misma
corriente, como Marcelo Ebrard, o Miguel Mancera, que tienen muy claros sus
objetivos para los próximos seis años, y al parecer el tabasqueño no es muy
compatible con ellos.
Así pues, entre presidentes te
veas, el antiguo con su conversión, el que viene con su virtud y el “legítimo”
con su error.
Por: Orson Ge
Twitter: @orsonjpg